viernes, 26 de junio de 2020
Ayer la noche. Hoy el día
sábado, 20 de junio de 2020
Cuervos en mi realidad
De jóvenes creemos que somos eternos.
De jóvenes no sentimos que el tiempo avanza.
La vida es nuestra y la tenemos toda por delante.
Nadie dijo que el tiempo se nos cae encima y amamos, lloramos, reímos, perdemos, caemos, nos levantamos, seguimos.
Ayer estuvimos allá, hoy estamos aquí, mañana ahí.
¿Cómo puedo hacer que el tiempo se quede eternamente en mi?
Cuervos dándome vueltas encima de la cabeza, presagiando lo que vendrá
Acaso depende de mí? Acaso sólo viví feliz? Quiero seguir así?
El recuerdo me engaña y no todo estuvo feliz.
Un cuervo que crio, alimentándolo día a día, me sacara los ojos para mostrarme la verdad. Él se comerá mi realidad sin saciarse. Alimentará mi felicidad, nunca descubriré sus planes.
Me quedaré sonriendo tratando de sostener mi vida con mis manos
Soy eterno
El tiempo se quedó en mí
Tengo todo por vivir
viernes, 19 de junio de 2020
Papelitos y espejitos de colores
Escarbando mi nueva normalidad
jueves, 18 de junio de 2020
Madrugada
sábado, 11 de octubre de 2008
Viento Norte - Hugo Mitoire
Este es un cuento de Hugo Mitoire. Un escritor de la provincia de Chaco (Argentina). Fue extraído del libro " Cuentos de terror para Franco".
La sonorización la hicimos con un amigo, el que además prestó su voz.
Viento Norte
El viento norte soplaba bastante fuerte esa tarde de Enero. En el Paraje de Yatay, el clima era para morirse de calor. Los veranos en el Chaco son siempre así, inaguantables. La madre lavaba las ropas en un gran fuentón, debajo del paraíso. El patio era grande, de tierra muy dura y pelada, rodeado de espartillos y todo tipo de yuyos. El ranchito estaba lejos del camino y del caserío, casi donde comienza el estero.
Esa tarde se encontraba sola, con su hijito menor de apenas unos ocho meses, muy inquieto, y como ya gateaba, andaba de aquí para allá tocando todo y queriendo llevarse a la boca cualquier cosa. La pobre madre tenía que tener mil ojos con él, (...)
Mientras fregaba la ropa, cada tanto miraba lo que hacía su bebé, que por lo visto estaba empecinado en atrapar alguna gallina, ya que las perseguía a todas, (...). Claro, gateando le iba a costar un poco, pero el pequeño se divertía; y cada tanto detenía su gateo y se sentaba en medio del patio, tomaba alguna ramita o algún juguete, lo observaba, lo chupaba un poco o lo mordía, para luego tirarlo y seguir persiguiendo a las gallinas.
Una bataraza que caminaba bordeando los yuyos, empezó a ser perseguida por el nene, pera ésta, con paso tranquilo y sereno se alejó hacia el estero. El nene cabezudo y obstinado, allá fue tras la gallina. Fue un instante, donde todo parecía estar coordinado para que ocurriera, ya que la madre a su vez, se dirigía a colgar las ropas en el alambrado, que estaba a unos diez metros del patio. Fue en ese mismo instante en que la madre perdió de vista al niño, no advirtió que había salido del patio, fue un instante de distracción. (...)
Primero fue un alarido largo y estremecedor, luego un interminable llanto a los gritos. La madre, como si le hubiesen clavado un cuchillo reaccionó con espanto. Tiró el fuentón con sus ropas y corrió desesperadamente hacia el lugar de los llantos. Cuando ya estaba cerca (...) vio que este se revolcaba torpemente entre los yuyos y el espartillo, agitando sus manitos y sin dejar de gritar. A la madre se le heló la sangre, como si le hubiese paralizado el horror. Lanzó un grito de dolor y desesperación y empezó a suplicar a todos sus dioses, sin dejar de correr. Acercándose a su hijito no atinaba que hacer, jamás había visto una cosa así.
lunes, 4 de agosto de 2008
POEMA 20 - NERUDA
POEMA 20 - NERUDA
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería. Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.